25 octubre 2005

Una de cal... Y otra de arena

Cosas de tribunales
Vaya marrón que me ha caído... Lo único que me consuela es que el mío es infinitamente menor que el del capullo de Alberto. Resulta que una de las mías se presentaba a una plaza de titular de escuela de la hornada de maricón (/ona) el (la) último (-a) (que hay que ser políticamente correcto). Es una chica mona de esas que sabes de antemano que no dará problemas, alegrará la vista y asentirá obsequiosa en las votaciones. Vamos, una de esas que pasarán sin pena ni gloria y que, por tanto, jamás podrá hacerte sombra. Y no como el subnormal del nuevo (cada vez que recuerdo que me impugnó el concurso, se me llevan los demonios).
La cosa es que la chica quería de presidenta de tribunal a una colega de Asturias, famosa ella por su talante poco acomodaticio. Ya desde el principio me parecieron ganas de ponerse en entredicho, pero ella, erre que erre; que si yo siempre le había dicho lo buena que era, la asturiana no iba a ser menos y, de paso, podría contactar con ella, pues llevaban tiempo trabajando en los mismos temas. Mira que hay que ser tonta, la pobre. La cosa es que el día del ejercicio, y después de que nuestra candidata (que iba en solitario) contara su currículum ocurrió algo realmente inesperado. La presidenta del tribunal arremetió contra ella acusándola de plagio en varios de sus trabajos. Pero eso no es lo peor, lo realmente desastroso es que en dos de ellos yo había firmado también. Sentí ganas de meterme debajo de la silla, aunque afortunadamente se me pasaron pronto. El resto de miembros del tribunal decidieron que, en esas condiciones, no se podía continuar con el ejercicio y la plaza fue considerada desierta. Nada más salir el tribunal de la sala tuve que perseguir a la asturiana hasta el aeropuerto para convencerla de que yo no tenía nada que ver con las copias, que había sido cosa de la chica y que había puesto mi nombre para que los trabajos tuvieran más relumbrón. Y que yo había aceptado para ayudarla. Creo que la convencí, aunque no termino de entender sus últimas palabras: "No te esfuerces Macareno, que todos te conocemos bien..."
Vamos, que estoy por echar a esa estúpida del departamento y sustituirla por alguien que al menos sea cuidadoso y no se le ocurra plagiar a su presidente de tribunal.
Eso sí, la de arena vino del departamento de química. Resulta que a una plaza de catedrático de escuela universitaria, el presidente del tribunal (Alberto, a la sazón, alma máter de la funesta oposición) animó a una candidata de fuera a presentarse. La cosa es que se cargó el currículum del candidato de la casa, un buen hombre, de esos que siempre están dispuestos a ayudar (a los nuestros, claro). Finalmente votó por él, pero tras garantizarse 4 votos en favor de la extranjera. Lógicamente, ella ganó la plaza. Pero, y ahora viene lo bueno, al ser titular de escuela el candidato de casa y al comprometerse el departamento a amortizar una plaza por cada nueva, tienen que echar a un prometedor asociado que, para más inri, es sobrino del opositor. Qué dulce elixir es la desgracia del enemigo...
Así que yo jodido, pero ellos más, que mira que tenemos zopencos en este campus, Mari Luz. Y yo cargando con esta cruz.

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