13 octubre 2005

Por mi madre

La génesis de mi nombre

Nunca se lo había dicho... Hasta que me encontré en su lecho de muerte, cogiéndole la mano y sintiendo sus latidos declinar poco a poco. "Me has marcado", le dije. "Al llamarme Macareno, me jodiste para los restos, madre". Me miró con lástima, o con miedo, y murió.
Durante años tuve que soportar las risas de los compañeros de colegio y, luego, los chistes de los alumnos que han llegado a crear todo un nuevo género literario, el macarenismo, que consiste en hacer rimillas con mi nombre o buscar un mote, lo más humillante posible. A lo largo de los años me han llamado Caramelo, Calimero, Macareno el mamporrero, etc. La costumbre de tratar a los alumnos de usted, y el alto volumen de suspensos son un caldo de cultivo ideal en el que el nombre añade la guinda indispensable para culminar el pastel.
La historia de mi nombre es singular. Mis padres se tiraron muchos años intentando tener un hijo, pero no lo lograron. En un viaje a Sevilla, mi madre le pidió a la Macarena que le concediese el don de la preñez y, ya puestos a pedir, que fuera una niña. Así que cuando al regresar del viaje le comenzaron las náuseas (que ya no la abandonaron hasta el momento del parto) dio por hecho de que sería niña... Y que se llamaría Macarena.
Pues se llamó Macareno y para colmo de desgracias hace unos cuantos veranos a Los del Río les dio por aquello del "Dale a tu cuerpo alegría Macarena, eeeeee Macarena". El cachondeo fue tan grande que en la entrega de becas de la licenciatura, los alumnos se arrancaron con el Macarena justo después de terminar el "laudeamus igitur". Esta vida es una cruz, Mari Luz.

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