26 octubre 2005

Lío en la tutoría

La visita del inspector de servicio

Las tutorías siempre me han parecido una pérdida de tiempo. La mayoría de las veces sólo supone un castigo al profesor, que se ve obligado a permanecer en ellas mientras los alumnos pasan por la puerta mirándole de reojo y entrepensando eso de "jódete, cabrón". Así que, como nunca me ha gustado perder el tiempo, simplemente no las cumplo. Sólo aparezco por ellas a final de curso, cuando vienen algunos buscándote y la cosa sería más descarada.
Hoy, sin embargo, no han sido los alumnos, sino el inspector de servicios. Mira tú por dónde, y yo que pensaba que lo del inspector era una mera leyenda urbana, uno de esos puestos que sólo tienen por fin aumentar el sueldo del afortunado, sin más obligaciones que hacerse unas tarjetas de visita y sentarse en su despacho. Pero, y otra vez andamos con lo del escalafón, éste que tenemos ahora se ha tomado en serio su trabajo y se ha dado un paseo por todos los edificios apuntando las horas de tutoría de los profesores. Y, luego, el muy cabrón, no ha tenido otra cosa que hacer que comprobar si se cumplían.
Por lo visto no he sido el único, ya que el casillero estaba repleto de sobres como el mío. Pero no me sirve de consuelo: últimamente mi imagen se está deteriorando fuertemente y eso nunca es bueno si uno quiere llegar a ser rector antes de jubilarse. Pues, a lo que iba, el asqueroso me informaba que intentaron localizarme dos veces en horario de tutoría y que no fue posible, que esperaba hubiera una explicación razonable ya que si no, se vería obligado a abrirme un expediente informativo. En un primer momento me puse a pensar excusas convincentes, pero al rato me di cuenta que un catedrático como Dios manda no anda rebuscando ideas en el aire, ni perdiendo el tiempo con pensamientos que no llevan a ningún sitio. Y, además, yo soy un hombre de acción. Y recordé aquello de que situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Sólo había una opción: la cafetería.
Me costó cuatro invitaciones, pero al cabo de 6 horas tenía lo que me hacía falta. Con la carta en la mano y con un as en la manga me fui a ver al susodicho inspector. Al principio noté cierto regocijo en su manera de tratarme, pero cuando le comuniqué que moralmente él no estaba capacitado para reprenderme tuvo la clarividencia suficiente como para ponerse a la defensiva. Resulta que en su plaza de titular, uno de los miembros del tribunal no llegó a la constitución del mismo, y se hizo la presentación de los méritos sólo con 4 miembros. Me replicó que él no había tenido la culpa, que había sido cosa del departamento. "A mi me da igual, o dejas de joderme o date por jodido", le dije. Y es que, para intimidar, nada como el lenguaje barriobajero que tan bien se me da.
Un par de horas después, el capullín había dimitido para regocijo de un buen puñado de profesores y, lo mejor de todo: mañana tomo posesión como nuevo inspector de servicios. Mi primera tarea será reorganizar el horario para habilitarle tiempo a mi nueva responsabilidad. La segunda, será elaborar una base de datos con los incumplimientos de los demás... Presiento que voy a disfrutar, sobre todo cuando recurra a los trapos sucios que voy a coleccionar.
Mari Luz, a veces la vida deja de ser una cruz.

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