22 noviembre 2005

Reunión con la Asociación de Universitarias Progres

Y de cómo las vencí.

Si ya de por sí el fin de semana ha sido especialmente cansado (mi señora sigue empeñada en batir el récord guiness de polvos en 24 horas), para comenzar hoy me he tenido que enfrentar a la plana mayor de las universitarias progresistas. El viernes tuve buen cuidado de fijar la reunión a las 10, para así poder ojear los datos introducidos por el becario pelota en el ordenador. Resulta que Concha Hita es la presidenta y casi la única miembro. Me cuenta el becario que en la última reunión de la asociación terminaron las dos asistentes tomando café en la cafetería del edificio del estudiante.
O sea, que la pretendida asociación son dos gatas con los bigotes mojados y no una importante organización dentro del campus, como dijo mi nuevo amigo, el terrorista mediático. Pero, lo más curioso, resulta que la tal Concha estuvo hace dos años intentando sacar una plaza de profesor titular y su departamento le cerró el paso (más que su departamento, el clan de gobierno). A priori, la cosa pinta bien.
Concha llegó puntual, entró como una exalación en el despacho y se sentó frente a mi, sin saludarme y sin esperar a que la invitara. "¿Comenzamos ya o esperamos a que llegue el resto de tu junta directiva?", le dije con cierto recochineo.

– No creo que venga nadie más, a casi nadie le agrada hablar contigo, Macareno, ¿no te importa que te tuteé, verdad?
– No, Conchita, no me importa...
– Prefiero que me llames Concha ...
– Si, perdona Conchita. Uy, quería decir Concha.

Siempre he tenido mucha intuición para descubrir los cabreos ajenos, y el de Concha comenzaba a ser de proporciones bíblicas. Mejor, cuanto más cabreado se está, más difícil es pensar con claridad.

– Bueno Concha, tú dirás ...
– Pues digo que tu actitud para con la consejera no fue nada decorosa, por no decir que fue impresentable y que todas las mujeres progresistas de la universidad nos sentimos agredidas en la misma medida que la consejera.
– ¿Todas las mujeres progresistas? ¿Y dónde se han metido que vienes tan sola?
– Yo vengo en su nombre... Así que esperamos una disculpa pública y, no es nada personal, que presentes tu dimisión.
– Ya veo, ya...
– Ahora tengo cita con el rector y pienso exponerle que si no dimites, montaremos el pollo. Y te recuerdo que estamos en época preelectoral.
– Bueno. Ya le pedí disculpas a la consejera y ella las aceptó –mentí.
– Pues no tengo noticias de ello .... – esto lo dijo con un tono irónico que me jodió un montón.
– Seamos claros – estallé –, tu asociación está formada por tí y tres resentidas más contra el equipo de gobierno. Como sabes, es muy posible que volvamos a ganar y que, aún cuando consigas la acreditación tendremos que aprobar tu plaza. Obviamente, si yo no estoy en ese consejo de gobierno sólo tendrás enemigos en el mismo. Date cuenta que no sólo me jodes a mí, sino a la candidatura completa. Y estamos en época preelectoral. ¿Quieres ser titular antes de jubilarte?
– Macareno, ¿me estás chantajeando?
– No más que tú a mi. En realidad, te estoy diciendo que si tu no me haces pupa, yo no te lo haré a ti.
– Pero si acabo contigo ya no tendrás poder...
– O si, piensa que no estar en el equipo de gobierno no es sinónimo de no contar y, ya te lo dije, no sólo me jodes a mi.
– ¿Me estás pidiendo que me calle?
– Te estoy contando lo que podría pasar. Es un ejercicio de política ficción.

Ni que decir tiene que Conchita salió del despacho con el rabo entre las piernas y su bandera de progresismo enrollada en el cuerpo, para taparse las vergüenzas. Finalmente, no se reunió con el rector y yo me tomé un café a a la salud del becario pelota. Ese chico es una joya...

Ay, Mari Cruz, ya comienzo a ver la luz.

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