Nadie escapa de Macareno
La sombra del ciprés es alargada, pero no menos que la de Macareno Fernández. ¿Quién habría soltado el rumor en la cafetería?
La primera sospecha recayó sobre el becario pelota, podría haberse dejado llevar por el entusiasmo y hablar más de la cuenta de su trabajo. Como casi siempre, opté por el círculo para llegar al destino. Le dije que se le acababa la beca. En un primer momento creo que se le saltaron las lágrimas. Pero luego, entró en mi despacho y me amenazó con contar al rector lo de mi base de datos. Le dije que el rector lo sabía. Se sorprendió y me amenazó con contar que no pagué el regalo de la jubilada para vengarme de que no le pusiera matrícula a mi hijo.
Entonces le tranquilicé. No había sido él. Se daba cuenta de su poder sobre mi, y hubiera sido una estupidez poner en peligro su futuro con una indiscreción. Le había juzgado mal, creí que sería más sencillo manejarlo: ahora sé que algún día me intentará apuñalar. Estaré preparado.
Ahora todo apuntaba al anterior becario. Seguí sus pasos hasta una empresa de consultoría. Pedí hablar con el gerente y le puse al corriente de sus actividades como conspirador en la universidad y le persuadí de la conveniencia de prescindir de sus servicios y hacer correr la voz. A nadie le gusta tener a un conspirador en su empresa. Ese no va a volver a programar en su vida más que la lista de la compra semanal. Nadie se mete con Macareno y sale indemne.
Que agradable es la venganza, Maria Fernanda.
La primera sospecha recayó sobre el becario pelota, podría haberse dejado llevar por el entusiasmo y hablar más de la cuenta de su trabajo. Como casi siempre, opté por el círculo para llegar al destino. Le dije que se le acababa la beca. En un primer momento creo que se le saltaron las lágrimas. Pero luego, entró en mi despacho y me amenazó con contar al rector lo de mi base de datos. Le dije que el rector lo sabía. Se sorprendió y me amenazó con contar que no pagué el regalo de la jubilada para vengarme de que no le pusiera matrícula a mi hijo.
Entonces le tranquilicé. No había sido él. Se daba cuenta de su poder sobre mi, y hubiera sido una estupidez poner en peligro su futuro con una indiscreción. Le había juzgado mal, creí que sería más sencillo manejarlo: ahora sé que algún día me intentará apuñalar. Estaré preparado.
Ahora todo apuntaba al anterior becario. Seguí sus pasos hasta una empresa de consultoría. Pedí hablar con el gerente y le puse al corriente de sus actividades como conspirador en la universidad y le persuadí de la conveniencia de prescindir de sus servicios y hacer correr la voz. A nadie le gusta tener a un conspirador en su empresa. Ese no va a volver a programar en su vida más que la lista de la compra semanal. Nadie se mete con Macareno y sale indemne.
Que agradable es la venganza, Maria Fernanda.
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