01 diciembre 2005

Otra vez de tertulia

¿A que me alcoholizo?

Jooooooder. Pensaba yo que el tertuliano borrachín era lo más fuerte que había visto en televisión, excepción hecha de la irrepetible antología de la melopea que se marcó el señor Arrabal, años ha.

Pero resulta que no, que hay especímenes tertulianos aún más sorprendentes. Por ejemplo, el tertuliano reflexivo-que-va-de-guay-por-el-mundo. La leche de tío. Y encima también es profesor. Según me cuenta mi informada base de datos es de derecho, y es el típico tipo con complejo de Peter Pan. Invita a los alumnos a fumar porros (que pagan ellos) y luego se los fusila con la misma facilidad que yo me paso por el forro los consejos de departamento.
Para terminar el grupito de la noche, junto con el amigo de la ginebra, el guay-que-te-cagas con chaqueta de cuero negro y el telepredicador imparable estaba el rector, invitado esa noche para hablar del Plan Estratégico. Para romper con la monotonía el rector tuvo la palabra durante casi todo el primer bloque. Mi amigo el periodista apenas le interrumpió en un par de ocasiones y yo comprendí el atractivo de este hombre como candidato: cercano, dichanachero, hábil y certero en el uso del verbo.
A la primera oportunidad que tuvo el reflexivo (esto lo digo porque se pasó toda la noche con la mano derecha sosteniendo su barbilla), introdujo con una voz profunda y rotunda una pregunta absurda, pero dicha con tanta seguridad que parecía emanar de un conocimiento tan profundo que se nos escapaba a los demás:

– ¿Responde la universidad a las necesidades de la sociedad o es la sociedad la que transfiere a la organización universitaria sus paranoias y deseos en forma de peticiones formales? ¿Acaso no es lo uno reflejo de lo otro y viceversa?

El rector, que lujo de hombre, hábilmente se negó entrar a un trapo envenenado como ese y, con la gracia de un torero experto escurrió el bulto con una verónica y un pase de pecho:

– Esas son dos buenas preguntas, pero creo que debiera ser Macareno el que las responda, ya que él está más directamente involucrado en el proyecto de Plan.

Y con una sonrisa en los labios dirigió su mirada hacia mi, que por entonces andaba absorto viendo cómo el contertulio ginebrino se enchufaba el tercer vaso de la noche.

– Hombre rector, yo ...–balbuceé

El presentador esbozó una sonrisa malvada que se me clavó en el alma como una estaca de madera. El muy jodido se alborozaba con la patada en la boca del estómago que acababa de darme el rector y que amenazaba con cortarme el aire.
A veces, las neuronas piensan mejor cabreadas y, aquella sonrisa profidén, encendió los motores del engranaje que son los pensamientos. Tenía dos opciones básicas, envainármela con una faena de aliño que, en ningún caso, sería notoria; o trasladar la jodienda a otro.
Obviamente hice lo segundo:

– Yo, yo, me alegro que me des la oportunidad de expresar mi opinión a este respecto, pero creo que nuestro elegante amigo debiera explicar a la audiencia qué es lo que ha querido decir. Más que nada porque siempre se nos acusa a los científicos de resultar demasiado complicados para el resto de los mortales. Y, en nuestra universidad, no queremos dar esa imagen.

Y con la misma sonrisa que puso el rector para mirarme, miré yo al profesor de derecho.
Imborrable la cara que puso. Tan de nuevas le pilló la estrategia que cogió el vaso de ginebra sin darse cuenta. El dueño de tan preciado líquido, más fuera de sí que dentro del programa, intentó arrebatarle el vaso. Claro que, con tres copazos en el cuerpo (más lo que trajera de casa), sólo logró caerse, pasando antes su cara desencajada por el objetivo de la cámara. Esto puso aún más nervioso a nuestro colega, que bebió un gran sorbo de lo que él pensaba agua. La sorpresa le llevó a expulsar la ginebra sobre el borracho que, en ese momento, se levantaba del suelo.
Y pasó lo que tenía que pasar, le soltó un mamporro en toda la cara que le tiró de espaldas con la silla incluída.
Y así acabó el programa. Aunque me temo que mañana la Universidad volverá ser blanco de todas las plumas afiladas de la provincia, en esta ocasión serán los de otra facultad los que tengan que verse a los pies de los caballos.

Que cruz, Mari Luz, qué cruz.

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